
SLOW LIFE
Slow life… Queremos llevar una vida tranquila cuando en realidad lo hacemos en un entorno agitado, con una agenda cargada, en una lluvia de incursiones externas, en casas henchidas en detalles con armarios repletos, nadando en una marea de comunicación inagotable.
Le dedicamos tiempo a un sinnúmero de acciones innecesarias y superfluas, y nos perdemos en los pensamientos como si fueran el eje de nuestra existencia. Fastfood, moda, redes sociales, noticias, industria, novedades… esclavitud.
La slow life se configura a base de un esfuerzo que parece estar hecho de unos parámetros inalcanzables en la sociedad en la que hemos sido educados para ser rápidos, eficaces para un sistema que está hecho de piezas que envejecen pronto y que se reconfiguran una y otra vez, manteniéndonos en una marcha que nos agota.
Nosotros, en galguau, apostamos por lo simple, por lo mínimo, e iniciamos la marcha, hace ya casi dos años, pisando el acelerador de una forma sutil, frenando continuamente, a veces durante un largo periodo. Hay que simplificar para que el enfoque pueda ser concreto y nítido.
Trabajamos de forma completamente artesanal. Hay piezas que tardamos días en terminar, y disfrutamos en el proceso equilibrando nuestro reloj con el juego de las ideas, con el camino que hemos, pausadamente, diseñado a nuestros pies destino al infinito.
Vivimos rodeados de perros, gatos, burros, gallinas… Todos adoptados. Cada especie tiene una identidad y unos rasgos. En la convivencia muestran señales de equilibrio que el ser humano carece. Los galgos son los que más atención nos llamaron hace ya muchos años. Vivimos con cinco, Arela, Yas, Imo, Serena y Lee.
El galgo es, a ojos de la sociedad, un animal veloz, ágil, y también maltratado por tales características… El mundo no cae en la cuenta de que estos animales adoran reposar durante la mayor parte del día. Eligen posturas cómodas en el sofá y se entregan a la calma como si fuera la batería que nosotros hemos perdido. En el otro lado de la balanza están los momentos de juego, en los que la velocidad se hace belleza, en los que la afinidad se teje y el vínculo se crece en una explosión de miradas, gestos y complicidad.
Adoptar galgos nos abrió la visión, y en la panorámica, salvarles se hizo extensivo al resto de animales con los que hemos hecho familia. Una de vidas sencillas en las que el eje principal es el amor.
No hay nada más artesanal que diseñar una vida con las mínimas necesidades antes, durante y después del trabajo. Y, como dice Björk, “It’s in our hands…”